Dios Salvador

Hoy me encuentro mejor .¿Y sabeis qué? Os voy a contar un secreto.

Fijaos, tan sólo ayer por la tarde seguía estando mal. Llevaba bastante tiempo así, pero anoche no podía más. En la cama, con la luz apagada empecé a pedirle a Dios que me ayudara, que no aguantaba sentir lo que estaba sintiendo, que se llevara mis miedos, mi inseguridad, mi angustia.  Que    me dejase caminar a su lado  llevando una carga ligera porque yo con la mía no podía. Y de repente surgieron de la oscuridad de mi cuarto y de mi mente dos lindas imágenes de Cristo y de la Virgen María. Fue una visión tan bella, tan llena de paz, y tan real. Al instante mi alma se llenó de tranquilidad, y pude dormirme con la seguridad de que Dios me salvó. Otra vez. Y es que Él , si se lo pedimos de corazón, si admitimos que es el único que salva. que sin Él no somos nada, si actuamos así,  Él nunca, nunca, nunca, nos dejará. Porque, sencillamente, nos ama.

Oración

¡Hola!

Siento no haber escrito el viernes. Me fui a  Luarca (Asturias), tierra natal de mi padre, donde le hacían un homenaje. Por supuesto llevé el evangelio, pero no uno que me regaló mi hermana -más adecuado para mí, pues está escrito en letra grande, y lo leo con mayor facilidad-, sino uno pequeño, más manejable. Y claro, como soy tan despistada, dejé olvidadas dentro del primero mis estampitas, y no pude leerlas; pero a cambio, se me ocurrió leer alguna oración de esas que vienen al final del evangelio. ¡Y  mira qué suerte!, encontré no sólo una plegaria, sino un consejo maravilloso:

ORACIÓN DEL HOMBRE NUEVO

Concédeme Señor, SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar, VALOR para cambiar lo que puedo, SABIDURÍA  para conocer la diferencia.

 

¿Verdad que es estupenda? ¿La ponemos en práctica?

 

sacian su sed en el mismo que provoca su sed

¿Verdad que parece contradictorio? Yo tampoco lo entendía pero el que lo cuenta, San Gregorio Magno, me lo ha hecho ver «maomeno» bien; digo esto porque los  santos son muy santos, pero a veces demasiado rebuscados…creo.

Primero dice que todo el que pide cree estar lejos de aquél a quien pide. Sin embargo las almas, dice, a pesar  de estar muy unidas a Él, no paran de alzar su voz pidiendo cosas al Señor .¿Por qué? Pues porque cuanto más unidas están a Él, más impulsadas a pedirle lo que saben que Él tiene, es decir, piden lo que saben que es su voluntad. Además  Dios se entristecería si viera que las almas no piden aquello que Él está deseando darles. Por eso, siempre según el santo, se sacian en lo mismo de que hambrean en su plegaria, sacian su sed en el mismo que provoca su sed.

Bien, pues si lo dice un Santo, y nosotros también tenemos alma, saciemos nuestra sed pidiéndole lo que sabemos que Él tiene: nuestra salvación. Tengamos sed, y saciémosla ya, pues sabemos que un día será por siempre saciada.

…el consejo

Me parece que mi última entrada de blog no fue demasiado positiva… Y encima al final parece como si «obligara» a las personas a encontrarse mejor cuando se sienten mal. Pido disculpas, ya que semejante orden era únicamente  para mí. Lo que pasa es que noto que escribir me tranquiliza. Por eso me senté y escribí, desde luego no lo más adecuado para un blog que sólo pretende dar buenos consejos, pero si lo que sentía en ese momento. Pero bueno, de todo esto si que pillo algo bueno: y es que si a mí me da paz escribir, porque me gusta, porque se me da bien,  porque sólo necesito mi mente y mis manos, ambos en perfecto estado, entonces creo poder aconsejar a todos aquellos que no se encuentren bien, que hagan uso de aquello que mejor se les dé -como a mí escribir- y verán como sube su autoestima. A mí me sirvió.

Del mal…

Me doy cuenta de que no tengo derecho a decir que me encuentro mal .Aclaro. Lógicamente, si estoy mal de verdad, no sólo tengo derecho a quejarme, es que debo hacerlo,   para que los demás puedan saber qué hacer. Pero no hablo de eso. Hablo de sentirme mal, apagada, indiferente, aún encontrándome bien. Es que me parece que no me doy cuenta del privilegio que tengo… Tengo tantas cosas, que ni  me paro a apreciarlas. Y entonces me pregunto ¿y por qué? Y me respondo: ni idea. Pero desde luego, las cosas que uno desconoce, si le parecen que son un lujo, debe apreciarlas como tal, y punto. Y empezar a sentirse mejor ¿no?

Un ejercicio

¡Qué cierto es que estamos en manos de Dios!  Y qué cierto también que abandonarse en Dios nada tiene que ver con abandonarse en Dios…sin más.

Esta semana ha sido difícil para mí. Tal vez la primavera la sangre altera. Vale. El caso es que  un día, al empezar mi gimnasia habitual, mi fisio  me dijo de hacer  un ejercicio de equilibrio. Yo enseguida dije que si, pues soy muy lanzada, aunque pensé que no estaba en mi mejor momento, y que el equilibrio requiere una mente y  un cuerpo tranquilos, y desdeluego no era el caso. Pero yo me  esforcé en  poner mis cinco sentidos en marcha  y concentré toda mi mente y  mis músculos en  hacer un buen ejercicio, y SÓLO ENTONCES pude sentir mi abandono en Dios. Y, oye,  parece mentira, pero salió de maravilla. no me lo esperaba, pero Dios me ayudó. ¡Ojo! me ayudó, no me hizo el trabajo. Ése lo hice yo, lo mejor que   pude. ¡Y eso es precisamente lo que Dios premia! -a mi parecer, claro- Cuando te dice que le dejes que cargue con tus problemas, se refiere a aquellos que no puedes resolver por más que lo intentes. Los demás, aunque te cuesten, siempre hay que intentarlo. Y Él te premia, seguro.

El punto

El otro día hice con mi fisioterapeuta un ejercicio de relajación. Al empezar, tumbada y con los ojos cerrados, antes de hacer nada debía imaginar un  punto en medio de mi frente, en el que concentrar absolutamente todo mi pensamiento. Me dijo entonces que tenía que pensar en un situación que me hiciera sentir bien. Ella sugirió estar tumbada en una playa de arenas blancas y aguas cristalinas. Y sí, parecía buena idea. Pero entonces pensé en otra cosa que sin duda, me haría sentir mucho mejor: un mundo en paz ¡Y en un puntito! Resultaba divertido ver a tooodas las personas ahí. Tal vez fuera su alegría, esa que yo tanto deseo, la que consiguiera concentrarlas en algo tan pequeño. Supongo que fue el  mismo efecto que me produce rezar por la  salud de quien la necesite, y notar que abarco en tan sólo unas   palabras a tanta gente. Es algo que me parce imposible, y sin embargo tiene un poder asombroso. Bueno, la cosa es que fue efectivo, porque sin olvidar en ningún momento mi punto, llegué al final de mi ejercicio totalmente relajada y desde luego, con semejante pensamiento, tranquila y feliz.

Tu don

Perdonad por no haber escrito ayer.  Tuve uno de mis malos momentos, y aunque yo sé que es precisamente ahí cuando debemos demostrar nuestro amor a Dios, esmerándonos en hacer buenas obras con nuestros hermanos, reconozco que a veces cuesta. Ya sabeis que en este blog intento contar cosas que puedan interesar o gustar.  En fin,  que para mí es mi humilde aportación -entre otras- a la labor que Él nos encomendó; El nos dio un don, recuérdalo, siempre da un don, tal vez no sea el que más hubieses deseado, pero es el que tienes, y el que si utilizas con amor, acaba por gustarte. Yo no tengo el don de ser bonita, ni el don de caminar bien, no sonrío como me gustaría, ni hablo con elocuencia. Pero puedo escribir. Y eso es lo que hago. Busca tu don y explótalo. ¡Verás qué gusto!

Como una hoja

¿Habeis visto alguna vez cómo el sol va iluminando una hoja? Es un espectáculo fabuloso, puede que comparable a aquello que, por lo menos a mí -y seguro que a muchos que lo recuerden en Barrio-Sésamo- me emocionaba: contemplar la apertura de una flor, grabada pacientemente en toda su duración, pero vista a cámara rápida, lo cual, a los ojos inocentes de un niño era algo único. Bueno ,aunque ya no sea un niño -¡qué pena!-, ni con mucho inocente, sigo sin embargo disfrutando de estos pequeños placeres. Y es que son dignos de admiración. Y de comparación. Porque igual que el sol trepa por la hoja, Dios trepa por nuestro cuerpo, dejándonos  su vitamina de luz y prometiéndonos que al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente, si seguimos ahí, igual que la hoja, volverá a iluminarnos.