Seguro que habéis oído alguna vez eso de que del amor al odio no hay más que un paso, que es como si formaran un círculo, y en un momento dado sus bordes prácticamente se tocan. Bueno pues yo he tenido esa experiencia con la alegría divina de sentirse en el paraíso y el fondo, el hoyo, la temida oscuridad. En este último me encontraba yo, debido a un cúmulo de situaciones que no vienen al caso, cuando de pronto, sin solucionarse ninguno de los problemas que tenía, pude sentir ese paraíso. Las dos partes del círculo se tocaban, se unían, y ¡pum! se traspasaban. Increíble, pero cierto. Y probablemente, esa nueva situación generó tanta energía positiva, que al día siguiente vi mis problemas solucionados. Y aquí estoy, deseando que este lado del círculo se detenga, aunque sé que en algún momento emprenderá su ritmo. Simplemente porque la vida sigue. Afortunadamente.
Pero de todo esto, he sacado una moraleja, y es que la vida es mucho mejor cuando tenemos energía positiva. Así que yo por lo menos, y ojalá vosotros también, pienso pedirle a Dios en mis oraciones que me la conceda. Porque estaréis de acuerdo conmigo en que sólo Él pudo concederme esto.