No escribí el miércoles porque estaba fuera, y no me fio un pelo del móvil, que ya me ha borrado alguna cosilla…
Esos días 5y 6 estaba en Gijón en la inauguración de una exposición -maravillosa, por cierto- dedicada a mi padre, que me hizo llorar y todo. Cuando leáis el texto de abajo, que escribí hacia finales de febrero, veréis cómo me encontraba ya entonces un poco chunga. Desde ese momento estuve rezando una novena pidiéndole a Dios que por favor me ayudara para no estar mal el día 6 -expo e inicio de Cuaresma-. Todavía yendo en el tren me encontraba rara, más que nada con miedo de estar mal, aunque ya había terminado mi novena. Y cuando llegué a Asturias ¡¡¡chan!!! se me pasó todo, y disfruté de cada momento y estuve bien con todo el mundo y comprobé que, como siempre, Dios cumple sus promesas, cuando Él ve que son necesarias, como lo fue en esta ocasión, no sólo por mí, también por mi madre y mis hermanas, y por supuesto por mi padre, que desde el cielo querría verme alegre. Y así fue. Gracias Dios.
Ya de vuelta a Madrid, ayer, me empecé a encontrar otra vez mal, pero bueno, como digo más abajo, vuelvo a cargar con mi cruz, y bien agradecida por lo que me ha sido dado, y sin atreverme, porque no debo, a pedir otra cosa. Bueno si, de nuevo le pido a Dios y a la Virgen, que me manden sus fuerzas.
Texto de final de febrero:
Creo que ésta va a ser una CUARESMA con mayúsculas, una Cuaresma vivida paso a paso, precisamente por lo que dije en mi blog anterior «como Pedro»: no es que sufra, pero me siento mal, siento el peso de mi cruz. No me acepto como suelo, reniego de las cosas que ya no me salen como antes, pierdo la paciencia conmigo misma, envidio lo que otros hacen bien y yo no, miro a las modelos de las revistas, tan guapas, tan sonrientes, y quisiera ser como ellas, ya no consigo disfrutar de las pequeñas cosas como hacía antes, y lo más importante: con esta temperatura primaveral, siendo aún invierno, me siento totalmente desganada. En fin, que parece que voy a acompañar a Cristo en su camino, no sólo de boquita, sino de corazón. Y soy feliz de hacer esto, en serio, -ya lo digo en el blog- pero tengo miedo de no tener fuerzas porque, como Pedro, pienso como los hombres, pero es que es muy difícil no pensar como ellos teniéndolos siempre a mi alrededor, siendo uno de ellos. Pero ¿acaso no dice Jesús «pedid y se os dará»? Pues yo desde aquí le pido muchas fuerzas, y no con mi pensamiento terreno, sino con mi corazón divino, que Él me dio para que tengamos línea directa.