Una vez, hace muchos años, leí una frase fantástica en una revista:
”Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”
Me resultó maravillosa. Claro que para mí tenía muchísima importancia. Ya tenía mi movilidad reducida cuando lo leí. Mi discapacidad me cerraba muchas puertas, y aunque me abría muchas otras que estaban por descubrir -ya os lo contaré en Mi Historia-, veía frustrada mi ilusión de irme al extranjero a ejercer mi carrera de Derecho. Pero sin embargo me decía algo fundamental. Me decía: «Ana, no necesitas ser misionera en África para agradar a Dios, aquí mismito, en casa, puedes llevar a cabo tu misión.» ¡Qué maravilla! y si te das cuenta, puede que sea una gran idea también para ti: tú, que tienes tus propias razones para no irte lejos, que sepas que El Señor quiere que nos amemos unos a otros, y esos «otros» están cerca, en tu casa, igual lo tienes al lado…