_“Esta mujer viene de una tribu del norte. Desgraciadamente, ya nunca más podrá volver. Dice que tú eres su única salvación.”
_“¿Yooooo?” Exclamó Miky.
_“Sí, tú. Escucha bien, ésta es su historia.”
Miguel estaba realmente interesado en lo que pudiera contar aquella mujer, así que decidió no hacer más preguntas y aguzar el oído.
_“Se llama Humba y estaba enamorada de un hombre desde hacía años, del que era correspondida. Sin embargo, la hija del jefe de la tribu se encariñó con aquel hombre y pidió a su padre que arreglara su boda. Nada podía hacer ella ante la decisión del jefe. Pero sabía que su amado seguía queriéndola. Él insistió en seguir viéndola y aunque ella al principio se negara, su amor hacia él hizo que enseguida decidieran tener encuentros furtivos. Pero un día, fueron descubiertos nada menos que por la esposa, a la cual no le importó en absoluto montar en cólera y chillar hasta alarmar a todo el mundo, incluido su padre. La decisión estaba tomada: Los dos serían inmediatamente ejecutados. Era la ley de la tribu contra los adúlteros. La única concesión que les hizo el jefe fue pasar su último día de vida con sus padres. La madre de Humba había muerto pero su padre aún vivía. Aunque su primera reacción fue de enfado, le prometió que, como chamán del pueblo y hombre muy querido y apreciado por todos sus habitantes, y especialmente por el jefe, iba a ir a verle para tratar de interceder por ella. Cuando volvió su padre le dijo que había conseguido evitar su muerte, pero que a cambio debía marcharse del pueblo para siempre. Era una deshonra para todos.
_“¿Y él?”
_“Hija, no tengo poder suficiente. Lo siento.”
_“Padre” dijo llorando “si siento marcharme de aquí únicamente es por ti. Nadie más que él y tú me importais, y él… no me importa irme…”
El padre quedó muy apesadumbrado, pero dijo que no la dejaría abandonar el pueblo sin más. Que no podía dedicarse a errar por el desierto. Eso equivaldría a la muerte.
La mujer seguía hablando, pero Soman le dijo algo, y calló.
El anciano habló con Atu, y éste dijo a Miguel:
_“Soman quiere que antes de empezar a contarte nada más, prepares tu mente y estés listo para entender cosas que tal vez en la tierra de donde vienes sean inimaginables, pero aquí realmente ocurren, y debes creerlas.”
_“Creo en los milagros Atu” dijo Miguel “no sé lo que me vas a contar, pero no creo que me asombre; sé que seré capaz de aceptarlo, sea lo que sea.”
Miky se sentía tremendamente intrigado. Lo que la joven contó fue algo que nunca en la vida se le podría haber ocurrido a Miguel.
Soman continuó:
_“El padre de Humba era chamán y podía invocar a los espíritus para pedirles ayuda.
Inmediatamente, pues no les quedaba mucho tiempo, encendió una hoguera y echó en ella los polvos que producirían el humo que necesitaba inhalar para comunicarse con el más allá. Tras aspirar ese humo, quedó en trance. Hablaba en un dialecto que sólo él conocía. Humba estaba demasiado triste ante la noticia de que su amado iba a morir, y no prestaba atención. Al rato, su padre volvió en sí. Miró a su hija, y le dijo:
_“Los espíritus se han apiadado de ti. Me han contado que un hombre bueno ha venido desde un lugar muy lejano para construir un pueblo nuevo para los habitantes del desierto que no tienen donde vivir. Allí podrás comenzar una nueva vida.”
_“Pero padre, el desierto es grande, y nunca sabré reconocer a ese hombre.”
Realmente le daba igual, pero amaba a su padre y le agradecía lo que estaba haciendo.
_“La ciudad en construcción está al sur, ellos te mostrarán cómo es ese hombre.”
De nuevo cogió humo, esta vez por la boca. Volviéndose hacia su hija, le separó los labios con dulzura, y exhaló el humo dentro. Ella se sintió mareada, lo único que vio fue la cara de un hombre. Tu cara, Miguel.”
Miky estaba conmovido. Pero no era por toda aquella historia. Todo eso lo aceptaba. Aunque él no gustaba de hechizos ni pócimas, si creía en la misericordia del Señor, y para Miguel todo aquello no era sino la prueba de que la bondad de Dios era infinita. Le enviaba una pecadora para que él la redimiera. Si estaba tan emocionado era porque los espíritus le llamaran bueno. ¡Era Dios el que le llamaba bueno! Con lágrimas en los ojos, miró a Atu y le dijo:
_“Dile a Soman que estaré encantado de que esta mujer viva en mi poblado.”
Al principio Humba resultó un poco difícil de tratar. Miguel intentó buscar los momentos en que la veía más alegre. Pero ella simplemente parecía contenta porque recordaba a su padre, y sobretodo a su amado. Por eso, cuando Miguel le hablaba, decía tener dolor de cabeza y así se excusaba y se marchaba. Miguel se daba cuenta. Reconocía perfectamente esa actitud. Le recordaba a su compañero de seminario Dit. Había sido algo complicado, pero entre el Padre Jonás y él lograron cambiar al chico. Por eso Miguel sabía bien que encontraría una razón que lograse cambiar a Humba. Lo que no podía saber es que esa razón iba a llegar por donde él menos lo imaginara.
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