Cap 95

Parecía como si le indicara que le siguiera. Contento de que alguien viniera en su ayuda, le siguió. La arena continuaba siendo insoportable, pero sorprendentemente, siguió avanzando. Aquella figura que apenas  veía era su única esperanza, aunque por más que lo intentara, no conseguía acercarse a él. Al rato, le pareció ver algo. Aceleró el paso, pero cuanto más  se acercaba, más cuenta se daba de que aquél no era su poblado. De repente la tormenta cesó de golpe. Una niña se le acercó sonriendo. Miguel no la había visto nunca. Y sin embargo su reacción inmediata fue la de abrazarla como si la conociera de toda la vida. Acto seguido, le cogió de la mano y juntos entraron. Era un lugar desconocido, y aun así nunca se había sentido tan seguro. ¿Qué estaba pasando?

Según avanzaban, salían de las casas niños sonrientes que le saludaban cariñosamente, muchos le abrazaban, y Miky se dejaba encantado. La sensación de seguridad que sintiera cuando llegó era cada vez mayor, y a ella se iba uniendo una paz inexplicable. Miguel se detuvo, y preguntó:

_“¿Dónde está vuestro padre?”

_“No está aquí ahora” y tirándole del brazo, le dijo “¡Vamos a jugar!”

Miguel no entendía nada, pero sin saber por qué, no le importaba. Siguió a los niños, mientras la pequeña que le había recibido le decía:

_“¿Sabes qué? Nunca vi nadie cómo tú, pero pareces bueno. No sé por qué. ¡Es genial que hayas venido!”

Miguel disfrutó con ellos sin parar de jugar hasta que cayó rendido. Cuando  abrió los ojos, vio a Dit.

Ahora que me encuentro al cien por por cien voy a contaros algo.

Algo que no va más allá de lo feliz y privilegiada que me siento. Ya sé que me repito, pero… Mirad , allá por milnovecientosnoventaypico, escribía yo que mi mejoría actuaba como un arma de doble filo: cada cosa nueva que ganaba me mostraba todas las que había perdido.

Y ahora no sólo no es así, sino que es su contrario más absoluto.

Ahora cada mejoría por pequeña que sea, el otro día pude ponerme una horquilla en el pelo🤞🤞, me causa una alegría tal, tan inmensa, tan profunda, que sé que sólo Dios puede darla. Y me la da a mí, pidiéndome únicamente a cambio que la transmita a los demás.

Y eso hago ahora

Cap 94

Después de todo un día de trabajo Miguel estaba cansado. Se sentía un poco aturdido. ¡Había tanto ruido allí! Decidió ir a dar un paseo él solo por el desierto.

Tras decirse a sí mismo “nunca pierdas de vista las casas”, sin más preámbulos, empezó a caminar.

Era el atardecer. La luz caía sobre las dunas de un modo absolutamente increíble. Era una  belleza tan inmensa, que Miky pensó:

“Nadie salvo Dios podría crear un paisaje tan hermoso. Y yo tengo el privilegio de contemplarlo.”

Siguió caminando, sin dejar de mirar hacia atrás de vez en cuando, para asegurarse de ver el pueblo. Estaba como hipnotizado, sólo escuchaba el silencio, sólo veía la maravillosa gama de colores que creaba el sol jugueteando entre las dunas, la mezcla casi mágica entre los matices ocres de la arena y el azul  infinito del cielo, sólo sentía la soledad. Casi no pudo darse cuenta de que algunos granos de arena  comenzaban a moverse a su alrededor. Ya fue demasiado tarde cuando se percató de lo que ocurría. Se  estaba preparando una tormenta de arena. Miró hacia el pueblo, comprobando aliviado que se distinguía al fondo. Se dio la vuelta, y pensó:

“Si camino deprisa en esta dirección, llegaré enseguida.” Haciendo visera con sus manos, a fin de proteger sus ojos, echó a andar. Pero no tuvo suerte. La tormenta aumentaba por momentos. Se colocó un pañuelo sobre la nariz y la boca, porque  estaba empezando a tragar arena. El pueblo aún se veía, aunque sólo era una sombra difusa. No podía seguir más. El viento le golpeaba la cara violentamente, y lo peor era que sus ojos eran ya incapaces de ver. Pensó que lo mejor era sentarse de espaldas al viento, y esperar. Cuando aflojara, sólo tendría que dar la vuelta y estaría en dirección al pueblo. Pero la tormenta no amainaba. Ya hacía tiempo que debía haber vuelto. Los otros, sin duda, habrían salido a buscarle. Esa idea le animó un poco. Se levantó y con grandes esfuerzos se giró ¡Dios mío, no veía las casas! Nervioso, empezó a dar vueltas pensando que acabaría por percibir algo. Pero no fue así, lo único que consiguió con eso fue perder totalmente el rumbo. Se desplomó e Igual que un niño, empezó a llorar. Entre las lágrimas, creyó ver la sombra de una persona

Cap 93

Casi de inmediato, un hombre se levantó. Dijo ser hijo del cocinero del seminario en que estudió el difunto Padre Miguel. Su progenitor también había fallecido ya, pero cuando él supo de la muerte del Padre, no pudo por más que recordar al joven seminarista que siempre le sonreía y le saludaba cariñoso cuando de niño iba a veces al seminario. Incluso cuando ya se jubiló, su padre siguió siempre encontrando un motivo para elogiar a Miguel. Para él su presencia allí era vital y ayudar al sobrino de Miguel era casi una obligación.

_“Yo soy piloto. Soy dueño de una empresa y tengo un avión privado capaz de albergar a cincuenta personas. Mañana mismo estaría todo dispuesto para volar.”

Como tú mismo comprobarás todo el mundo quiso venir. Hasta hubo personas que no pudieron porque ya no cabían.”

Miky estaba llorando.

_“ Gracias Fran. Gracias a todos. Y por favor no dejes de dar un beso de mi parte a Sara.”

_“Me lo puedes dar ahora mismo.”

En la esquina de la puerta estaba Sara y a su lado, como no, su queridísimo Dit. Miguel había estado escuchando la historia de Fran con tanto fervor que no se había percatado de su presencia. Nada más verlos, se levantó de un salto para abrazarlos.

Por supuesto, fue Sara la que habló primero.

_“Espero que recuerdes lo bien que aprendí las nociones de carpintería, que tú mismo, y Dit” dijo mirando a su amigo “entre otros, me enseñasteis. Enseguida me apunté la primera para  venir. Al principio Fran quiso disuadirme…”

_“Si” dijo Fran “pero ya sabes lo cabezota que es Sara. Así que en cuanto me dijo que iba a venir de todas todas, que le daba igual lo que dijera, pensé que era mejor callarme.”

Sara se separó de Miguel y dijo:

_“Bueno, creo que lo mejor es irnos todos a descansar. Mañana nos espera un día bastante duro.”

Cap 92

Ante él se amontonaba un sinfín de caras conocidas. Sonreían. Rápidamente, un excitadísimo Javi apareció abriéndose paso entre tanta gente, y acercándose a Miguel, le dijo:

_“¡Un milagro, Miky, El Señor nos manda un milagro!”

Miguel así lo creyó, pero era tan feliz… alguien  empezó a hablar:

_“¿Qué pasa Miky, es que creias que te íbamos a dejar tirado?”

Era Fran. Empujando a Miguel, que se vio obligado a dar unos pasos torpes hacia atrás, aún sin salir de su asombro, y tropezar, dejándose caer sobre una silla, continuó:

_“Mira, es muy sencillo. Estabas en apuros y te hemos venido a ayudar.”

_“¿Pero… como… pero si ayer estabais conmigo…”

Fran rió.

_“Tú eras el único que no sabía nada, Miky. Todo ocurrió al poco de marcharte. Verás, el mismo día que llegaste, Javi llamó a casa de tus padres para contarte lo que ocurría. Afortunadamente tú no estabas. Tu madre, oyendo la voz descompuesta de Javi, le preguntó si ocurría algo y él se lo contó. Dijo estar muy asustado. No quería molestarte en esos momentos, pero no sabía a quién acudir. Tu madre fue a avisarte, pero al salir tropezó con Sara…”

Miguel, al oír el nombre de Sara, sonrió seguro de que su querida e incombustible amiga de juventud era el artífice de todo aquello.

_“Como veo, ya te imaginas que fue ella la que movió todos los hilos. En cuanto tu madre le contó lo que ocurría, no tardó ni un segundo en saber qué hacer. Cuando vino a casa y me contó la historia, ya tenía la solución: había que hablar con todos los que habían acudido al funeral. Y había que hacerlo antes de que dijeras la misa pero cuando todos estuvieran ya convocados. ¿Recuerdas cuando descubriste una mancha en la sotana justo cuando ibas a oficiar la misa?”

_“¡No me digas que me manchasteis vosotros…!”

_“¡Teníamos que hacer algo para conseguir que te fueras! Compréndelo… Bueno, pues eso, que no fue algo accidental. Como tampoco lo fue que no hubiera ninguna de repuesto en la iglesia ni tampoco nadie cerca que fuera a buscarla, y por eso tuviste que ir tú corriendo a casa en busca de otra. En cuanto te perdimos de vista, Sara se dirigió al púlpito que habíamos improvisado en el jardín, y empezó a hablar. Les contó a todos la difícil situación en que te encontrabas. Sabía que muchos de vuestros antiguos amigos del hospicio del Padre Jonás habían venido y también muchos seminaristas compañeros nuestros. Les recordó cuántas veces habían ido al hospicio a hacer obras de construcción, y lo bien que habían enseñado a los chicos.

“¿Quién mejor que vosotros para sacar a Miky de este apuro?”

Don Julio se levantó, y tan realista como siempre dijo:

_“Me parece que hablo por todos mis antiguos alumnos si digo que por supuesto nunca negaríamos ayuda a nuestro querido Miguel. Pero ¿cómo vamos a ir todos hasta allí?”

REGRESO A ÁFRICA Cap 91

Al entrar, se encontró con un panorama desolador: apenas era media tarde, hora en que todos los obreros siempre estaban trabajando. Pero allí no había nadie. Cuando Miguel tuvo que marcharse repentinamente a Europa, se sintió tranquilo, ya que dejaba una construcción casi terminada, pero ahora sólo veía las obras prácticamente iguales que estaban antes de su partida.  Enseguida supo la razón: todos los trabajadores habían enfermado por haber comido una carne en conserva que estaba en mal estado. Sólo un chico llamado Javi estaba sano ya  que era alérgico a la carne y había comido otra cosa. Fue él quien se lo contó. Era una pésima noticia, teniendo en cuenta las intenciones de Miguel. Le había confiado al embajador lo contento que estaba con el ritmo del trabajo, y éste le había hablado de un pequeño poblado que acababa de perder sus casas debido a un incendio; Miguel se había ofrecido a asilarles, pensando que en pocos días habría terminado de construir las casas. Se sentía feliz imaginando que su sueño empezaba a hacerse realidad. Pero ahora ya no lo tenía tan claro. Y esa pobre gente contaba con él… no sabía qué hacer. Sus trabajadores tenían una fuerte infección, y deberían permanecer como mínimo una semana en cama. Fue Soman quien les fue a ver, alertado por Javi. El curandero le dijo que no fue la carne como en principio creyeron, sino la salsa con que se acompañó. Había sido sazonada con unas especias no comestibles, que Soman había identificado como venenosas, muy similares a otras que servían con frecuencia para salsas de carne, y que fueron utilizadas por error. Afortunadamente, ya estaban fuera de peligro, gracias a Dios. Pero la situación seguía siendo preocupante.

Javi se había marchado al ver cómo Miguel se sentaba desolado ante su pequeño altar, dispuesto a conversar con su querido Dios y pedirle consejo. La puerta sonó. Al abrir, Miguel se quedó petrificado.

Cap 90

El funeral fue realmente maravilloso. Miguel nunca hubiera imaginado que su tío tuviera tantos amigos fuera del pueblo. Y por las cosas que decían, el Padre Miguel había sido un cura abnegado, paciente y siempre pendiente de sus feligreses. Lo sintieron mucho cuando se marchó. La madre de Miguel estaba emocionada, y él mismo veía que nunca se había equivocado cuando sentía tanta admiración por su tío.
También estaban sus antiguos compañeros seminaristas que nunca perdieron el contacto, al menos por carta, y por supuesto el Padre Jonás y su amigo Don Julio.
Había tanta gente que Miguel creyó que sería mejor celebrar la misa al aire libre, donde todos pudieran oírla. Era una ceremonia atípica, pero Miguel pensó que siendo como era su tío, nunca hubiese permitido que nadie queriendo escuchar la palabra del Señor, se quedara fuera. Él siempre decía:
“El Señor está feliz de ver que escuchais su palabra, a Él no le importa dónde, simplemente quiere que le escucheis.”
Y desde luego ése era un día en que todos querían oír a Miguel y decirle su ultimo adiós a su querido amigo.

Cap 89

_“Pues no, ¿Qué iba a notar? Bueno, ahora viéndoos juntos, claro, pues miro las cosas desde otro punto, y si, es cierto que podía haber algo… ¡pero cuando te ordenaste  sacerdote parecías tan contento!”

_“¡Y lo estaba! Tú mejor que nadie lo sabes, pero…”

Fran se removió en el sillón, carraspeó un poco para poder hablar con claridad, y siguió:

_“Verás. Como recordarás me enviaron a un pueblecito no muy lejos. Yo era feliz con mis feligreses, pero muchas noches soñaba con Sara. Al despertar me sentía violento. Me decía a mí mismo que se me pasaría, que yo quería pertenecer a Dios. Es verdad que siempre que la había visto me había sentido atraído por ella, pero pensé que aquello era un sentimiento fugaz, que pronto se pasaría.  Pero no se me pasó. Dios no quiso que se me pasara.”

Sara se levantó de la silla en la que estaba, y fue a sentarse al lado de Fran. Cogiéndole de la mano fue ella quien continuó:

_“Cuando yo vi a Fran la primera vez en aquella fiesta, me pareció un chico agradable, nada más. Sin embargo, como recordarás, vinisteis más veces, Y yo, sin querer al principio, me fui enamorando de él.”

_»¡nunca me di cuenta!» exclamó Miguel.

Besó a Fran con un cariño que Miguel nunca antes le había visto manifestar a Sara, y fue en ese momento cuando empezó a pensar que debía aceptar la historia de amor de sus dos amigos.

Fran repitió con énfasis:

_“Fue algo que Dios quiso, estoy seguro. No podía llevar una vida de amor a la iglesia sabiendo que amaba a una mujer, y que mi mente pensaba en ella a cada momento. Llamé al director del seminario. Tan bueno como siempre, vino a verme enseguida. Le conté lo que me ocurría, y para sorpresa mía me dijo rápidamente que debía pedir una dispensa y casarme con Sara. Más tarde me enteré de que el Padre Jonás había hablado con él y le había contado lo locamente enamorada que estaba Sara de mí y lo desgraciada que era al creer que nunca estaría  conmigo. El director le respondió  de modo razonado, como siempre, diciéndole que yo había elegido a la madre Iglesia como esposa y que debía ayudar a Sara a olvidarme. Pero cuando le conté mi historia, inmediatamente cambió de idea. Al mismo tiempo, Sara había enfermado y tenía una fiebre muy alta que no dejaba de subir. Temían por su vida. Sin embargo cuando el director habló con el Padre y le dijo que era totalmente correspondida, sanó milagrosamente. Dios la curó, Miky. Por eso, cuanto más tiempo paso con Sara y veo el amor que me da y la felicidad con la que ha llenado mi vida, más lo creo. ¿Sabes qué? Lo mismo que Dios te envió a África, a mí me destinó a vivir con Sara para siempre.»

La calabaza

Estoy feliz.

¿Y sabéis por qué?

Porque ayer cené crema de calabaza.

¿¿¿??

Pues si, este es el motivo . Y os preguntaréis cómo puedo hallar la felicidad tomando un simple puré¡. ¡Ah! pero falta un pequeño detalle que seguramente os haga comprender:

Lo tomé enterito yo sola y sin derramar ni una gota. Me explico. Mi problema es la falta de equilibrio en todo mi cuerpo, lo que me provoca movimientos involuntarios. Uno de los peores es sin duda, el temblor de manos. Hasta ayer no he podido tomar algo líquido en una cuchara sin mancharme toda.

Tras muuuuuucho trabajo, ejercicio tras ejercicio… ¡Chan! Lo logré.

¿A que ahora entendéis que una vulgar calabaza pueda da dar la felicidad?

Cap 88

          _“¡Sara!”

Miguel no se podía creer lo que veía. La misma chica que había conocido en el hospicio años atrás estaba junto a la puerta. Unos años más, pensó Miky, pero exactamente la misma mirada de niña traviesa que recordaba.

_“Vaaaaaya… estás estupendo Miky. Ven aquí.”

Y atrayéndole hacia sí, le rodeó el cuello, dándole un fuerte abrazo, dejando ver a Miky que no había perdido su carácter impulsivo que tanto le divertía, y a instancias de la chica pasaron dentro. Nada más entrar, se oyó un ruido fuerte proveniente del piso de arriba.

_“Es mi marido. Creo que te va a sorprender verle.”

Por las escaleras bajaba un hombre llevando algo en las manos.

_“¡Sara, estos alicates que te han vendido son una porquería!”

Al llegar abajo, el chico y Miguel se miraron sin saber qué decir. Sara reía divertida ante las caras que habían puesto.

_“¡Deberíais veros! Pero bueno, ¿es que no os pensáis saludar?”

_“¡Miky!”

“¡Fran! Fran… pero, pero ¿tú? Pero si te ordenaste sacerdote conmigo.”

_ “Lo sé, lo sé. Es una larga historia. Será mejor que entres al salón y te sientes. Allí te lo contaré todo.”

Miguel, todavía bajo los efectos del shock que había recibido, se movía como un autómata, pero consiguió sentarse en un sofá.

De nuevo, los tres se quedaron en silencio. Fue Sara la que rompió el hielo.

_“Bueno, tampoco es para tanto. Parece que hubiera ocurrido un desastre. Simplemente, Fran y yo nos hemos casado.”

_“Simplemente…  Sara” dijo Miguel, “veo que no has cambiado nada. Sigues siendo la misma chiquilla alocada que conocí en el hospicio. Siempre dejando las cosas bien claras, según tu criterio por supuesto.”

“¡Oye, no estarás insinuando nada, porque lo que faltaba…!”

Los dos chicos se echaron a reír.

_“Venga Sara, no seas así. Mira Miky, sé que te ha resultado chocante, pero piensa: el día que yo conocí a Sara ¿no notaste nada?”