El texto que sigue lo escribí en marzo. Han pasado unos siete meses y han ocurrido muchas cosas. He tenido momentos muuuuuy bajitos. Pero Dios. como siempre, me ayudó a superarlos. Y puedo asegurar que, palabra por palabra, hoy pienso exactamente igual.
Desde que me levanto hasta que me acuesto encuentro mil motivos para estar bien: para empezar bien el día, doy gracias a Dios por estar viva. Puede llegar a parecer para algunos un eufemismo si se vive en lugares tranquilos, pero piensa en un país en donde estar vivo es una proeza. Yo desde luego no me encuentro entre esos algunos, porque sé que si estamos vivos es únicamente porque Dios quiere.
Bien, aclarado esto, sigo.
Después de ese agradecimiento, hago cosas normales, siempre de acuerdo con mis limitaciones, que son unas cuantas. Pero ahora empieza lo bueno: todo, todo, todo, es motivo de alegría. Todo. Lógicamente ver cosas tristes, igual que a cualquier persona, me entristece. La diferencia es que todo lo demás, sin ser más que normal, me ilusiona. Como he estado tan chunga, todas esas cosas que antes no podía hacer -coger un vaso con agua, acercarlo a mi boca y beberlo; mirar una flor, y poder acercarme a olerla…–, ahora me maravillan. Y no sólo eso, sino que me está ocurriendo algo increíble. Todas las maravillas que ha hecho Dios, me fascinan. Hasta tal punto que descubro un nuevo mundo en cosas que llevan aquí desde siempre: miro una planta que lleva en mi casa desde antes de nacer yo, y por lo tanto veo cada día, y sin embargo , al haberle salido una hoja nueva, eso me conmueve de tal modo que se convierte en nueva creación… ¡Ojo !que yo no soy ninguna apasionada de las plantas, porque los que lo son, flipan con ellas; yo puedo alegrarme, pero es que ahora lo veo como un milagro. Que es lo que es. Como todo. Lo que pasa es que tratándose de cosas habituales, estamos tan acostumbrados que juzgamos lógica su presencia. Pero yo tengo la gran suerte de CREER en ese milagro y además poder disfrutarlo. Por eso -repito- desde que me levanto hasta que me acuesto vivo cada momento con alegría, incluso aquéllos que son tristes, Dios los aparta rápido de mi mente. Y sabes por qué? Pues porque todas las cosas tristes que está en mi mano el poder evitarlas, así lo hago. Y claro el Señor me está premiando.
Y mira que tengo motivos para YO estar triste. Pues ahora mismo, ni una pizca. Cero. ¡Qué grande es el Señor!