El chaval exclamó:
_“¿Eso crees, eh?”
Le agarró por la sotana echándole hacia fuera, a la vez que él se apartaba también. Mi amigo sonreía. Aquello era justo lo que él quería. Pero cuando colocaron al pobre cura en el muro para fusilarle, no pude aguantar más. Grité _“¡Nooo!” y corrí a aferrarme a él. Me había delatado…”
Bajó la cabeza llorando. Miguel también lloraba. En un gesto instintivo se acercó al hombre y le puso la mano en el hombro para compartir su dolor. Sonrió y continuó.
_“El hombre que estaba al mando me agarró y me arrojó a un lado mientras gritaba que era la vergüenza del grupo, que como castigo iba a ver morir a mi amigo, y que después vería lo que hacía conmigo.”
El recién llegado hizo otra pausa. Lloraba de nuevo.