Estoy leyendo «El Peregrino Ruso». Me lo regalaron hace tiempo, pero no sé porqué, abandoné su lectura hasta hoy. Trata de un peregrino que logra, tras mucho indagar, el don de orar continuamente. Su director espiritual le advierte que no pierda su buena costumbre -que no baje la guardia, que diríamos hoy en día- y se lo explica del siguiente modo:
«…Sucede como con una máquina: si se da un gran impulso a la rueda principal, la máquina sigue trabajando largo rato por sí sola; pero para que luego continúe moviéndose, es necesario volverla a impulsar e irla manteniendo para que funcione.»
¡Cuánta razón tiene este autor -anónimo-! Si tenemos un don, es decir un regalo de Dios, como puede ser simplemente amarle -piensa que muchas personas no tienen la suerte que tenemos tú y yo queriéndole-, si lo tenemos, démosle impulsos diarios para nunca perderlo. ¿Y cómo? muy sencillo. Cumpliendo cada día ese don. Amar. Amar a Cristo. Amar al prójimo. Simplemente, cumpliendo Su palabra.