A tus pies caigo rendida
cuando tú sonrisa aflora
a tu rostro mi Señora,
mi siempre dulce María,
mi luz, mi fuerza, mi guía,
mi estandarte. Arde mi lecho
¡oh, ternura! ¡oh derecho!
al proclamar tu oración
que con santa devoción
consume todo mi pecho,
Y con bendita alegría
vencedora del dolor,
vengo a agradecer tu amor
que derramas cada día
Inundando el alma mía.
Agua viva que renuevas
y contigo siempre llevas
pues te concede El Señor,
que como fiel labrador
buena será la semilla que con tus tiernas manos siegas.