……….intentar hacer aquello que mi Dios nos mandó: convertir a mis hermanos . Una vez sentado, la cosa no pudo salir mejor cuando mi madre dijo»: Menuda siesta te has echado ¿soñaste algo?». Enseguida pensé que me estaba brindando, sin saberlo, el camino para mi discurso. Tras contarles mi sueño, con todos los detalles, y terminar diciéndoles lo bien que me encontraba y lo feliz que me sentía pese a mis muchas preocupaciones, pude constatar por su silencio, sus miradas de auténtica admiración y su medio sonrisa, que mis palabras no habían caído en saco roto. Cuando me levanté para irme, daba gracias a Dios por mis palabras, que eran suyas, y al girarme noté Su agradecimiento inundándome de paz y alegría el corazón.