SEGUNGO MISTERIO DE GLORIA
Sin saber qué hacer, volví a la cueva y me tumbé. En seguida me levanté de un impulso. y saliendo fuera, la seguí. Estaba seguro de que algo grande iba a pasar. Esos ojos… me lo decían todo. Y tuve razón. No pude acercarme lo suficiente pero de la conversación entre la chica y unos hombres surgió una alegría tan grande , que se me quiso contagiar y, cerrando los ojos, empecé a respirar un aire tan limpio y puro que me llenó todo el cuerpo, haciendo que mis piernas se doblaran y mi mente empezara a nublarse. De repente un empujón de seguridad me obligó a incorporarme. Ya de pie y con la cabeza despejada, vi que no había nadie allí. Instintivamente miré al cielo. y lo vi tan bello, que me eché a llorar.